martes, 1 de diciembre de 2009

Frágil



Intentaré arreglarte.
Pieza a pieza, sorbo a sorbo.
Día a día, palabra por palabra.
El tiempo lo cura todo
Y créeme cuando te digo:
no se puede romper dos veces,
lo que ya está roto.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Palabras, palabras, palabras



Tú crees en las palabras.
En las casualidades. Los juegos. Las mariposas.
Y las montañas de nata.

Yo creo en el viento.
En los agüeros. Los despertares. Los pingüinos.
Y las paradas sin freno.

Tú me miras y preguntas el porqué
en esas cosas tontas creo.

Te lo digo, me sonrojo, tonta tú,
y a la vez me carcajeo:

Palabras, palabras, palabras…
Para decírtelo todo, pequeñas,
No me sirven de nada.

lunes, 19 de octubre de 2009

Anoche...


Anoche me despertaron los pingüinos de mi cama,
Soñando que nos desencontrábamos en un ascensor,
Que tú estabas alta, distante, indecisa…
Así te soñé yo.

Anoche las secas rosas del tiempo se escapaban,
Golpeando lágrimas de lluvia el cristal de la habitación,
Que tú no estabas cerca, lejana, perdida…
Así te sentí yo.

Anoche cuando todo se puso de acuerdo en que te amara,
Siendo la mente latidos y esos latidos corazón,
Que tú estabas fría, olvidada, dolida…
Así te perdí yo.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Auto-stop


No comprendía qué hacía allí. Tirada en aquella solitaria acera, con la bufanda de invierno hasta la nariz, y un bolso de viaje hecho andrajos a mi lado, como mi fiel compañero. Tenía demasiado miedo como para hacer auto-stop y demasiadas ganas de tumbarme eternamente y dedicarme a meditar constelaciones… Y ya sé que te he dicho mil veces que decirte adiós ahora sería lo más peligroso… pero lo que no te he dicho es que yo era de las que se tiraban por las montañas rusas con las manos levantadas. Y pienso que ya no estás, y es la primera vez que me importa que esté lloviendo... Creo que meditar no me sienta nada bien. No quiero pensar. Prefiero que las cosas sigan sin sentido. No entender nada. No saber nada. No planear nada. Y simplemente, ser una rama arrancada, tú el niño travieso que me lanza, y todo esto, el río que me lleva en corriente…

Han parado cuatro coches y yo sigo aquí sentada. Pero ya no me pregunto por qué. Prefiero coger el tren. Se está haciendo tarde, será mejor que me ponga en camino, me gusta más caminar de noche que de día.
Ah, y no te preocupes, que esta vez no me perderé.

Porque sé que coja la dirección que coja, todas las estaciones me llevan a ti.

jueves, 27 de agosto de 2009

Irremediablemente....

Irremediablemente.
Todo se pierde.
Lo cuidado, descuidado,
Perdido y encontrado…
Imperceptiblemente.
Y ni lo sientes…
Amado, desamado,
Querido y destrozado…
Inconscientemente.
La fe y la suerte.
La ilusión, ilusionado,
Vivido y se ha acabado…
Infinitamente.
Y te arrepientes…
Llorado, muy llorado
Tu error y mi pecado,
Invisiblemente.
Aún permanece.
El olvido, no ha olvidado,
Revivido y fustigado…


Porque todo se pierde.
Lenta. Tonta.
Irremediablemente.

Y es para siempre.
Sí, para siempre.

jueves, 6 de agosto de 2009

Juguemos




Tú… sí, tú que te quedas mirando embobada las líneas del café, los peinados de la gente, las nubes del cielo… tú, que rehúyes maliciosa la caricia de mis dedos, no me lo pongas más difícil. Porque te vas. Te estás yendo… así, sin más… y no sé si es peor fingir normalidad o expresar miedo. Ya empiezas a alejarte… cuando me hablas del “cuando vuelva”, del “a mi regreso” o de mi favorito “hasta que nos veamos”… así que quieras o no, toma mi mano y juguemos. Juguemos a creer que esto es solo un abrazo y no una despedida. Juguemos a pensar que yo también me voy y nos esperan a las dos en algún sitio… o mejor, que no nos espera nadie. Así me basta. Espera, acércate un poco, todavía no es la hora… quiero que hasta tu saliva me salpique cuando me hables, que te apartes el pelo que se enreda en tu ojo, que subas y bajes nerviosa la cremallera de tu chaqueta… y no me hables de pantallas... Juguemos a pensar que la distancia es otra forma de sentir, juguemos a pensar que aún no te has ido y qué tonta soy… por echarte ya de menos…

lunes, 3 de agosto de 2009

... Selena


Y el viento susurra en la noche una voz, un lamento, un suspiro… Selena.


Huyo. Huyendo de ti… mujer, maldición, espíritu, desconcierto… tus pasos arrastro, tan lleno de dudas, tan lleno de miedo, dejando hacia atrás la ponzoña lejana del sabor de tus besos.


Y el viento susurra en la noche una voz, un lamento, un suspiro… Selena.


Noche. Es de noche… campanas, luces, graznidos de un cuervo… tú me robaste tirando los dados, amor sin pudor, ardiente deseo, testigo la luna firmando con sangre el trato está hecho.


Y el viento susurra en la noche una voz, un lamento, un suspiro… Selena.


Rojo. Vestida de rojo… labios, mirada, cabello de fuego… te veo en las sombras, reina de lo oscuro, te siento si duermo, la mano enlazada clavadas tus uñas me inyectas la vida despierto y no muero.


Y el viento susurra en la noche una voz, un lamento, un suspiro… Selena.


Alma. Tú no tienes alma… diosa, hechicera, maestra del miedo… atrapas princesas, seduces esclavos, destruyes imperios, y el más inconsciente que quiera probarte queda enamorado y lo compadezco.


Y el viento susurra en la noche una voz, un lamento, un suspiro… Selena.


Final. Te escribo un final, cansado, herido, fantasma con huesos… se acaba la lucha, adiós Selena, adiós sufrimiento, delante de ti empapado en sudor arrebatado de todo mi último aliento:




¡Vuélvete espíritu, vuelve al infierno!

lunes, 13 de julio de 2009

Viceversa


Te pido que no me quieras,

que no dejes de hacerlo..

Te pido todo esto


y viceversa...


otra vez.

domingo, 7 de junio de 2009

Ayer




Ayer no te besé yo. Te besó la tartamudez de nuestra primera conversación. Te besó el anhelo de volver a verte. Te besó el piropo inaugural que te regalé. Te besaron los nervios de la que fue nuestra primera cita. Te besó el momento en que me cogiste de la mano. Te besó el sin dormir de tantas noches soñando contigo. Te besaron todas las veces que me hiciste sonreír. Te besó el brillo en los ojos que me producían tus te quieros. Te besó nuestra primera vez...
También te besó aquella estúpida discusión. Te besaron aquellos largos silencios. Te besaron los gritos. Te besaron el aburrimiento y la monotonía. Te besaron las tardes que me quedé esperándote y no apareciste. Te besaron aquellos mensajes de amor en tu móvil que yo no te envié. Te besaron todos esos besos que dejaste de darme…

Y ayer, después de tanto tiempo. Te besaron tus perdones. Te besaron tus lágrimas. Te besó mi despedida.
Pero no te equivoques. Ayer, ayer no te besé yo.


Te besó el recuerdo.

viernes, 5 de junio de 2009

La pregunta




Porque te ausentas, porque no me dejas en paz, porque me evitas, porque te niegas a soltarme, porque me haces rabiar, porque me consuelas, porque siempre estás lejos, porque siempre te noto cerca, porque no me gritas, porque me susurras, porque siempre estás comunicando, porque siempre estás hablando conmigo, porque es primavera, porque será verano, porque dejo de escribirte, porque me sigues contestando, porque no me quedan días, porque tú eres mi calendario, porque eres imperfecta, porque nadie te ha cambiado, porque… un momento, ¿cuál era la pregunta?

miércoles, 3 de junio de 2009


Ya no te quiero

La puerta se ha cerrado al compás de tus palabras. Chirrían las bisagras tanto como cada sílaba de tu “ya no te quiero” en sus oídos. Y a lo lejos alguien cantaba… -entretanto- como dijo desesperadamente Neruda. Y clavabas tu pupila en su pupila azul. ¿Esperando a qué? ¿Al último baile? ¿O un gesto de aprobación? Ay… crueldad intolerable. ¿Por qué buscas complicidad en algo que solo uno de los dos había decidido? Sigo con ella. Con su mano. Con esa mano que ayer te desvivías por no soltar y cuyas líneas trazan hoy un apartheid en vuestra historia. Sí, la misma del anillo caro. De la torta merecida de aquel día. Mírala. Acaba de cerrar los ojos para recordar los sorbos del invierno pasado, bebido con paciencia en el té de tus labios. Pero se despierta. Hace frío. Y por mucho que se intente, las mantas no abrigan tanto como un abrazo. El dolor en cambio, sí lo hace. Está escuchando Luis Miguel. La cosa es grave… Pero dejémosla soñar. Unas escaleras de caracol, un café a medias, una rosa sobre la almohada, un ascensor que nunca para, una canción que pide recordar, un baile para los dos y la luna, de relleno. Son las últimas líneas de una carta que nunca te llegará, porque cuando asumes que has perdido, te alejas, te pierdes. Desapareces. Y el cartero cortés, no llama dos veces.
La dejaste y todavía unos días después te escribe para decirte que lo acepta- elegancia, ante todo- acepta que te hayas ido, porque mañana volverá a viajar. Nacerá. Se sentará en la misma silla donde por primera vez la alborotaste con tu sonrisa, te hará sitio. Te esperará. Suspirarás sobre su nuca, cogerás su mano y le pedirás, sí, el último baile. La luna, en acción, reflejará tus pupilas, y sus labios conquistarán tu boca. Entonces, con vuestra última balada, en vuestra última noche, mientras el público aplaude, será ella quien te diga: “Ya no te quiero”.

miércoles, 20 de mayo de 2009

La canción más bonita del mundo


En este preciso instante, justo ahora, que estás mirando la pantalla del ordenador con tu mano derecha sobre el ratón, estoy yo frente a la pantalla tecleando cosas sin sentido y escuchando la canción más bonita del mundo. En este preciso instante, sí, ahora. Y como ocurre en las películas, es un momento que vivo a solas, que no puedo compartir con nadie, y está sonando sí, no se apaga mientras escribo una tras otra las palabras de este mail express que te mando… esta canción, de la que no conozco el título ni tampoco el intérprete, porque creo que he llegado demasiado tarde a encender la radio… es como una vocecita que sin darme cuenta apela a mi subconsciente y me hace reflexionar. En este preciso instante. Y de repente, un cubo de imaginaciones y de ideas bizarras cae sobre mi cabeza y me devuelve al mundo de los cuentos que escribo y que me encantaría recrear –pero ssshhh… esto es un secreto, que quede entre tú y yo- y poco a poco mientras los efectos del incienso de mi cuarto van difuminándose entre mis sienes, de nuevo vuelvo a la realidad. Y me vuelvo a ver tecleando, una vez acabada la canción más bonita del mundo. Y esto que te escribo que parece un triste relato o un suceso onírico, no soy más que yo tecleándote en este preciso instante, justo ahora, sí.
No sé, supongo que es uno de esos días en los que te sientes como un poquito filósofa-triste-desencaminada-ñoña-nostálgica, y aún teniéndolo todo te sientes como si no tuvieses nada, la gran desgracia del ser humano. Mi gran desgracia.
¿No sientes a veces como si la vida fuera una línea recta…? Como si ya todo estuviera inventado, como si tan sólo te dejases llevar mientras te arrastra la corriente de acontecimientos de experiencias que ya vivieron otros pero que ahora reviven para ti… A veces me agobia el pensar que inconscientemente voy siguiendo esa línea recta, ese autobús al que irremediablemente voy subida y me encantaría tirarle una china al chófer y obligarle a parar en medio de la carretera, donde no hubiera ninguna marquesina preparada, para inventarla yo. ¿Qué me dices? ¿Te apuntas a viajar conmigo a la inversa? Imagínatelo. 1,2,3… y ahora despierta. La pantalla del ordenador sigue estando delante de ti.

Vértigo



Apago la tele, desenchufo la radio, desconecto el móvil, bajo las persianas y enciendo una vela. Me tumbo sobre la cama y me quedó mirando esa luz tenue que he creado simplemente para ver cómo poco a poco se consume. Me siento como una mera espectadora de un espectáculo macabro, de vida o muerte. Esa pequeña llama se refugia entre las últimas gotas de cera que la sustentan, hasta que al final, en un pequeño hilo, se desvanece. Ahora la habitación queda a oscuras completamente y sin ser consciente, van pasando los minutos, las horas y los segundos, y yo, sin verlos. Pero ellos pasan y pasan y corren y a veces te pisan, te arrastran, te obligan a que sigas ese ritmo pesado que han inventado para ti. Y me levanto e intento seguirlo pero se me escapa… entonces me entra el vértigo. De no saber, de no entender, de tratar de buscar lo que creo que es lo que quiero pero que no se si de verdad quiero… y al final esos interrogantes fosforescentes se pegan a las cuatro paredes de mi habitación. La única luz que tengo, y que ahora mismo, puedo ver.
Qué pena que el tiempo sea a veces tan cruel, y nos empuje a tomar decisiones, que ni siquiera, nosotros mismos entendemos, porque no hemos tenido tiempo de pensarlas. ¿Es esto lo que llamamos vivir?
Yo lo llamaría más bien, dejarse vivir… simplemente…

Hacerse el muerto sobre el mar salado, con la cabeza mirando hacia la luz del sol cegador, hacia donde la corriente quiera llevarnos…

Declaración




Te invito a un café frío. A enamorarnos en un ascensor. A bailar debajo de todas las escaleras del mundo. A pasear sin reloj. A inventarnos nuestros nombres. A… a callarme con un beso las tonterías que digo cuando me miras.

Sabía...

Yo sabía que ella no iba a leer esto nunca. Pero de todas formas, decidí escribirlo. Sabía también que no habría nunca un otoño ni una primavera, que el invierno sería siempre verano. Sabía que no saldríamos juntas en las mismas fotos y que no coincidiríamos por la calle. Sabía que podía decirle las cosas más bonitas del mundo una y otra vez, porque pronto las olvidaría. Sabía que me iba a costar cientos de versos y de noches de almohadas mojadas. Pero fue. Y ahora la miro sin que ella me vea… mi impulso de acercarla me lleva hasta sus ojos. Su sonrisa. Yo sigo ahí, a su lado. Pero no puede verme, porque no cree… porque ha llovido demasiado y han muerto demasiadas estrellas. Cada mañana se pregunta quién dejó una rosa junto a su cama, de quién son las espinas que la hacen sangrar y por qué no puede ser todo como era antes de que fuese. Tachar días en un calendario no me aclara demasiadas dudas. Tampoco a ella. Su teléfono borrará mi número. Sabía que las escaleras traían mala suerte, sabía que nunca volvería a besar a alguien así. Sabía que ya nunca podría pasar por ese lugar sin buscar con la mirada una marquesina en la que poder esperar. Sabía que siempre se queda algo roto y me tocó recoger los trocitos del suelo. Sabía que ya nada sería igual… no puedo escuchar esa canción sin echarme a llorar…
Sabía que por mucho que el tiempo pasase, yo iba a seguir aquí.

Porque la quise. Y eso, ella lo sabía bien.