domingo, 7 de junio de 2009

Ayer




Ayer no te besé yo. Te besó la tartamudez de nuestra primera conversación. Te besó el anhelo de volver a verte. Te besó el piropo inaugural que te regalé. Te besaron los nervios de la que fue nuestra primera cita. Te besó el momento en que me cogiste de la mano. Te besó el sin dormir de tantas noches soñando contigo. Te besaron todas las veces que me hiciste sonreír. Te besó el brillo en los ojos que me producían tus te quieros. Te besó nuestra primera vez...
También te besó aquella estúpida discusión. Te besaron aquellos largos silencios. Te besaron los gritos. Te besaron el aburrimiento y la monotonía. Te besaron las tardes que me quedé esperándote y no apareciste. Te besaron aquellos mensajes de amor en tu móvil que yo no te envié. Te besaron todos esos besos que dejaste de darme…

Y ayer, después de tanto tiempo. Te besaron tus perdones. Te besaron tus lágrimas. Te besó mi despedida.
Pero no te equivoques. Ayer, ayer no te besé yo.


Te besó el recuerdo.

viernes, 5 de junio de 2009

La pregunta




Porque te ausentas, porque no me dejas en paz, porque me evitas, porque te niegas a soltarme, porque me haces rabiar, porque me consuelas, porque siempre estás lejos, porque siempre te noto cerca, porque no me gritas, porque me susurras, porque siempre estás comunicando, porque siempre estás hablando conmigo, porque es primavera, porque será verano, porque dejo de escribirte, porque me sigues contestando, porque no me quedan días, porque tú eres mi calendario, porque eres imperfecta, porque nadie te ha cambiado, porque… un momento, ¿cuál era la pregunta?

miércoles, 3 de junio de 2009


Ya no te quiero

La puerta se ha cerrado al compás de tus palabras. Chirrían las bisagras tanto como cada sílaba de tu “ya no te quiero” en sus oídos. Y a lo lejos alguien cantaba… -entretanto- como dijo desesperadamente Neruda. Y clavabas tu pupila en su pupila azul. ¿Esperando a qué? ¿Al último baile? ¿O un gesto de aprobación? Ay… crueldad intolerable. ¿Por qué buscas complicidad en algo que solo uno de los dos había decidido? Sigo con ella. Con su mano. Con esa mano que ayer te desvivías por no soltar y cuyas líneas trazan hoy un apartheid en vuestra historia. Sí, la misma del anillo caro. De la torta merecida de aquel día. Mírala. Acaba de cerrar los ojos para recordar los sorbos del invierno pasado, bebido con paciencia en el té de tus labios. Pero se despierta. Hace frío. Y por mucho que se intente, las mantas no abrigan tanto como un abrazo. El dolor en cambio, sí lo hace. Está escuchando Luis Miguel. La cosa es grave… Pero dejémosla soñar. Unas escaleras de caracol, un café a medias, una rosa sobre la almohada, un ascensor que nunca para, una canción que pide recordar, un baile para los dos y la luna, de relleno. Son las últimas líneas de una carta que nunca te llegará, porque cuando asumes que has perdido, te alejas, te pierdes. Desapareces. Y el cartero cortés, no llama dos veces.
La dejaste y todavía unos días después te escribe para decirte que lo acepta- elegancia, ante todo- acepta que te hayas ido, porque mañana volverá a viajar. Nacerá. Se sentará en la misma silla donde por primera vez la alborotaste con tu sonrisa, te hará sitio. Te esperará. Suspirarás sobre su nuca, cogerás su mano y le pedirás, sí, el último baile. La luna, en acción, reflejará tus pupilas, y sus labios conquistarán tu boca. Entonces, con vuestra última balada, en vuestra última noche, mientras el público aplaude, será ella quien te diga: “Ya no te quiero”.