miércoles, 20 de mayo de 2009

Sabía...

Yo sabía que ella no iba a leer esto nunca. Pero de todas formas, decidí escribirlo. Sabía también que no habría nunca un otoño ni una primavera, que el invierno sería siempre verano. Sabía que no saldríamos juntas en las mismas fotos y que no coincidiríamos por la calle. Sabía que podía decirle las cosas más bonitas del mundo una y otra vez, porque pronto las olvidaría. Sabía que me iba a costar cientos de versos y de noches de almohadas mojadas. Pero fue. Y ahora la miro sin que ella me vea… mi impulso de acercarla me lleva hasta sus ojos. Su sonrisa. Yo sigo ahí, a su lado. Pero no puede verme, porque no cree… porque ha llovido demasiado y han muerto demasiadas estrellas. Cada mañana se pregunta quién dejó una rosa junto a su cama, de quién son las espinas que la hacen sangrar y por qué no puede ser todo como era antes de que fuese. Tachar días en un calendario no me aclara demasiadas dudas. Tampoco a ella. Su teléfono borrará mi número. Sabía que las escaleras traían mala suerte, sabía que nunca volvería a besar a alguien así. Sabía que ya nunca podría pasar por ese lugar sin buscar con la mirada una marquesina en la que poder esperar. Sabía que siempre se queda algo roto y me tocó recoger los trocitos del suelo. Sabía que ya nada sería igual… no puedo escuchar esa canción sin echarme a llorar…
Sabía que por mucho que el tiempo pasase, yo iba a seguir aquí.

Porque la quise. Y eso, ella lo sabía bien.

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