martes, 1 de diciembre de 2009

Frágil



Intentaré arreglarte.
Pieza a pieza, sorbo a sorbo.
Día a día, palabra por palabra.
El tiempo lo cura todo
Y créeme cuando te digo:
no se puede romper dos veces,
lo que ya está roto.

2 comentarios:

  1. Somos muñecos de trapo en el saco de la vida...Besitos frágiles y tiernos para ti

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  2. Tengo en mi mano un corazoncito roto. Éste me mira, con lágrimas en los ojos, acostado en mis manos, reclinado e intentando darse un poco de calor con el que combatir el frío que se cuela por las heridas recibidas.

    ¿Qué puedo hacer? Doy una vuelta por el jardín, observando en mi mano al pobre corazoncito, ahora dormidito, como si así se me pudiera cruzar una idea de qué hacer con él. "¡Maldita la hora en que me lo encontré metido absurdamente en mi buzón de correo!", pensé. Sí, ahí lo había encontrado, junto a las cuentas de la luz como si alguien me lo hubiera mandado a propósito. ¡No soy la Cruz Roja! Aj...

    El cuervo, mi querido amigo, se posa (tras hacer de las suyas allá lejos en la ciudad) en mi hombro cubierto por mi suave cabellera de seda negra y el comienzo de mi capita. Me susurra al oído con su voz agraciada que le diera a él ese corazoncito y que lo comería para cenar. Miro al corazón dormido como un bebé en mis manos y querido cuervo mío, mejor búscate otra cosa, que esto es cosa mía, ¿sí? Se va algo ofendido; ya volverá.

    Siento que el corazoncito se mueve entre mis manos y se desperaza, bostezando... ¡Aaaah!... Con ojos soñolientos me mira como queriendo decirme algo. Y, no entendí nunca por qué, lo empiezo acercar hacia mis labios de carmín furioso (cierra las pestañas el corazoncito y empieza a temblar con miedo, recordando batallas pasadas) y le doy un beso... Momento...

    Sí, momento... el corazoncito me mira, asustado... ¿Qué hice ahora? Amenaza con llover desde las nubes de sus ojos. Pero no, no... El olor que había subido a mi nariz al besarlo me era conocido... Muy conocido: Olía a miradas coquetas, colonia de mujer, una historia de primer amor arrancado y muchas lágrimas saladas, un desdén que pareció amor, una vuelta atrás, una postal... y muchos cafés en solitario que deberían haber sido una única cita.

    Supe de inmediato quién era el remitente.

    Y caigo de rodillas y juntos, el corazoncito y yo nos lanzamos a llorar. Al día siguiente debía ir yo a visitar a ese (mal) novelista tan amigo mío y devolverle lo que era suyo... No, yo no puedo arreglar un corazón ajeno... y probablemente nadie pueda.

    Pero esa noche, el corazoncito durmió en mi pecho.

    Una rosa negra,
    Selena

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